En
el momento actual las enfermedades comunes de la infancia tienen pocas
consecuencias, son benignas y autolimitadas. En realidad en países
del tercer mundo, las complicaciones dependen del estado nutritivo y
sanitario de la población infantil. Por otra parte la naturaleza
transitoria de la inmunización por las vacunas, para aquellas
que tienen alguna efectividad, hace que las enfermedades se padezcan
en edad adulta, lo que conlleva mayor gravedad. En cambio las enfermedades
naturales dan una inmunidad sólida.
Se ha observado que quienes no han padecido sarampión tienen
mayor incidencia de ciertas enfermedades de piel o degenerativas de
cartílago y hueso. Es un hecho observado que luego de las enfermedades
agudas comunes, los niños sufran un crecimiento y maduración
significativos.
En
síntesis, el peligro de las enfermedades infantiles está
exagerado para atemorizar a los padres y lograr que vacunen a sus hijos.